Quedé a los pies de aquella espléndida criatura. Elevé la cabeza para admirarla. Acerqué mis manos y acaricié su rugosa piel. Mientras el suave viento hacía volar mis enredados cabellos, cerré los ojos para percibir mejor su olor, olor a tierra, olor a Madre.
Cállate, tápate los oidos fuerte fuerte fuerte fuerte muy fuerte, ¿oyes lo mucho que te quiero?