- Sal de aquí.
-Yo sé que me amas -dijo riendo-. Y lo sé por el odio en tu mirada. Ese torvo dolor que albergas en ti es del que tu amor se enriquece. Al mismo tiempo por el que odias, amas. Asúmelo: estamos destinados a sufrir.

Me quedé pensando en sus palabras. Llegué a dos conclusiones: La primera: él era un idiota infeliz; La segunda: no faltaba ni una gota de razón en sus palabras.